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  • Foto del escritorMarco Lari

La isla



Se parte de un puerto de isla como se parte el corazón por un amor no correspondido.


Toco sus tierras como su piel, muy despacio por momentos y acelerando en puntos estratégicos de excitaciones naturales. Muchos momentos de pasiones con futuro prometedor te invitan a quedarte, te atrapan y te seducen con sueños juntos y proyectos por nacer; pero la isla te siembra inseguridades, no las quieres asumir porque en el fondo de tu corazón asusta aceptar y sentir el desamor.


No eres el primero al que enamora y no eres el único en sus tierras. Con días de mucha luz y otros de viento y frío que intentan que te alejes, pero el amor necio y con pasión siguen corriendo por tus venas.


Una noche de hamaca, inventando, colgados entre dos árboles que resisten fuertemente los deseos, que resisten las bajas pasiones con el vaivén que hace fácil disfrutar ayudado por las estrellas; o una tarde en las tibias aguas calentadas por el sol del medio día que inundan los surcos de la piel, te hacen soñar con un paraíso mental.


La mirada se siente. Miradas de distintas partes se sienten con distintos ojos que no queremos ver por nuestra salud del corazón y mente. Ojos de ternura en un cordero, ojos de cuidados en muchas ovejas, ojos voladores buscando el momento en que cedas para picotearte, ojos que no te ven pero te sienten, ojos nocturnos brillantes sin entender sus propósitos, ojos fieles por minutos... solo por estar de paso o para entretener tu estadía.


No voy a utilizar las esclusas porque son manipuladas. La isla camina sola siguiendo su corazón, invitándote, seduciéndote, soñándote que está para ti con sus aguas mansas que rodean tu piel por días; aguas oscuras e inseguras intermitentes, haciendo que tu estadía sea una montaña rusa de sentimientos; aguas calurosas hacen soñar con una vida juntos de salud eterna; aguas movedizas en lunas llenas logran que corras al auxilio de plantas espirituales.


La isla engrandece tu ser, con una extensión de tierra superficial que puedes lograr tener siendo propietario visual. Sentirás que te acoge y ama, que te busca, y desea que la disfrutes por todos sus rincones. Que explores cada quebrada y acantilado tentando escuchar sus latidos al amar. Los contrastes de sus colores y olores a distintas alturas nos dan la libertad de querer explorar y saborear. Pero esta isla es eterna que nació para vivir de distintas pasiones y sueños.


Tuve que irme porque su amor es de pieles y no de corazones. No logre hacer que me retenga y un mal tiempo casi me dejó varado en sus tierras sin compromiso.


Una despedida en el puerto se hace notar. El mar no deja que te escapes rápido de tan gran tormento. Pocas llantas de jebe contienen cada golpe contra la isla y te ayudan a una subida rápida, intentando retenerte sin sentirlo, intentando que tu dolor de cada adiós sea menor.


Una isla puede ser como un amor no correspondido. Alimenta la sobre vivencia y agudiza los sentidos una vez pasada la tormenta. Hace fuerte las venas irrigando al corazón lleno de vacunas de corta duración, vacunas creadas de fiebres interminables por constantes picaduras de insectos nocturnos que consumen tu energía noche tras noche, insectos que desafían tus miedos, insectos que se encargan de que sigas soñando con un paraíso mental.












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